Sonetos
I
A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento.
Subido a ella, el corazón sangriento
verá la mar, por él empurpurada.
Fabricaré en mi sombra la alborada,
mi lira guardaré del vano viento,
buscaré en mis entrañas mi sustento...
Mas, ¡ay!, ¿y si esta paz no fuera nada?
-¡Nada, s¡, nada, nada...! -O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío...
Que tú eres tú, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!
...¡y soy yo sólo el pensamiento mío!
II
Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente,
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;
a ver si con romperlo y con sembrarlo
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
Juan Ramón Jiménez (poeta y escritor español, 1881-1959)